Concilio Tribal

El Concilio Tribal es una experiencia comunicacional que promueve el entendimiento intercultural y la resolución no violenta de los conflictos. Alienta la manifestación de las individualidades en un contexto de equilibrio y respeto.

En el ámbito circular del Concilio, cada uno de los integrantes tiene la oportunidad de expresarse a su tiempo y con confianza. La energía contenedora que se desarrolla en la práctica, permite desplazar los aspectos egoicos y arbitrarios para lograr una reconexión más profunda con el sentido de lo que se busca comunicar. Resulta un ejercicio trascendental para constituir el espíritu de un grupo o de la comunidad.

Esta dinámica tiene sus orígenes conocidos en las tribus indoamericanas. En los Estados Unidos, la antropóloga Joan Halifax, quien a lo largo de su carrera estuvo en contacto directo con chamanes, maestros Zen, Lamas tibetanos y otros líderes espirituales, rescató esta metodología de la herencia cultural de los indios Iroqueses y la implementó como parte de las experiencias que llevó adelante en la Fundación Ojai.

Si bien esta tradición se encontró en los indígenas habitantes de las regiones de la costa del Este central de América del Norte, el mayor asentamiento de los Iroqueses tuvo lugar originalmente en las proximidades del lago Ontario (Canadá). A comienzo del siglo XVII, cinco tribus (Mohawks, Oneidas, Onondagas, Cayugas y Senecas) se reunieron para formar la Confederación de los Iroqueses. Un siglo más tarde, en 1722, se les unió un sexto grupo - los Tuscaroras - nativos de los territorios norteamericanos hoy conocidos como Virginia y Carolina del Norte.

Se deduce de los datos históricos que dan cuenta de las migraciones y la reorganización poblacional de los Iroqueses, que el Concilio
resultó eficaz para la unificación y la convivencia de una numerosa comunidad, formada por distintos linajes.

Las aplicaciones del Concilio, desde su sistematización, abarcan a las más diversas agrupaciones: parejas, familias, empresas, escuelas, organismos sociales, espacios terapéuticos, centros espirituales; en donde se implementa esta práctica para resolver obstáculos y agilizar los mecanismos comunicacionales. En la Argentina, si bien en los ámbitos laborales o educativos de las ciudades esta dinámica no está extendida, se pueden encontrar antecedentes entre los grupos de tejedoras puneñas.

La voz del Concilio transciende la identificación personal y transforma el desacuerdo en un entendimiento mayor. Disipa la sensación de aislamiento, convirtiendo las expectativas personales en una respuesta compasiva y común a todos los miembros participantes. La conciencia del Yo se expande en la sabiduría ancestral del círculo.